Pero no me hizo falta. Hice parte de mi recorrido habitual y en una
tienda de barrio, modesta, en un semisótano, encontré el modelo de
teclado de bambú que recordaba haber visto anunciado hacía varios años.
Tenían a la venta uno en tamaño normal y el más que pequeño que compré yo,
aunque ya no les quedaban ratones a juego.
Pedí que lo sacaran de la caja para probar el tacto y me convenció:
parecía sólido y bien terminado. Por 18 euros, encajaba en lo que yo
quería, así que lo compré.